La pérdida es una experiencia inevitable en el ser humano y cuando se produce debe ser elaborada mediante un proceso de duelo.
Cuando una persona sufre la pérdida de un ser querido, experimenta uno de los acontecimientos más estresantes a los que puede enfrentarse el ser humano y, como consecuencia, acontecen el dolor y el sufrimiento.
Pero no sólo muerte de un querido nos lleva a tener que elaborar un proceso de duelo. Cualquier acontecimiento que sea vivido como una “pérdida” pondrá en marcha este proceso: un divorcio, una separación, una ruptura, un cambio de lugar de residencia, un cambio en la etapa evolutiva, la pérdida de un sueño, una ilusión, un objeto simbólico, pérdidas en las funciones cognitivas o motoras, un animal de compañía… son ejemplos, entre otros, de tipos pérdidas que provocan sufrimiento.
El estudio y la investigación en el ámbito del duelo cuenta con una larga tradición. En IDAPP, compartimos los modelos teóricos que entienden el duelo como un proceso activo, dinámico, en el que la persona (el doliente) puede hacer cosas para continuar con su vida; puede (y debe) hacer un trabajo de duelo. Como psicoterapeutas e investigadores activos en el campo del duelo, sabemos que el profundo dolor que se siente tras una pérdida se puede elaborar, aunque quien lo está sufriendo sienta, en algunos o muchos momentos, que no será así.
Para conseguirlo, las personas necesitan compartir y expresar su dolor, aceptar la realidad de la pérdida y el impacto y las consecuencias de la misma en la propia vida y en la de los que les rodean, promover cambios y adaptarse a nuevos roles y funciones en la familia, ubicar emocionalmente al ser querido de manera simbólica para poder establecer nuevas relaciones con los demás, responder a preguntas de los hijos y ayudarles en su dolor… en definitiva, necesitan continuar con su vida cotidiana a la vez que se enfrentan a emociones y sensaciones nuevas, la mayoría dolorosas: una profunda tristeza, ansiedad, miedo, bloqueo, shock, sensaciones físicas como un nudo en la garganta o en el estómago, o la pérdida de apetito, son algunas de ellas, entre muchas otras.
A pesar de que un proceso de duelo es una reacción normal, natural y esperable tras una pérdida y que, en la mayoría de casos, no requiere una intervención profesional, hay momentos en los que las personas sienten que el dolor de la pérdida es superior a sus recursos (y los de su entorno) para enfrentarse a ella; personas que sienten que no avanzan en su proceso o que sienten que no recuperan la “normalidad” en sus vidas por más que el tiempo avanza; personas que se sienten abrumadas y superadas por el dolor; personas que necesitan ayuda para enfrentar el día a día; personas que sienten dificultades para gestionar sus emociones o las de los que les rodean (hijos, personas mayores), parejas o familias que experimentan dificultades en la convivencia desde que sucedió la pérdida… en definitiva, personas que sienten que necesitan ayuda profesional para poder continuar con sus vidas.
En IDAPP abordamos esta ayuda de forma individual, familiar o en pareja, adaptándonos a las necesidades de cada caso en particular, centrándonos en lo que la persona o personas que nos consultan necesitan y en lo que sabemos, como profesionales, que podemos aportar para acompañar al otro en su propio trabajo de duelo.
Todo ello, con el convencimiento de que se puede trabajar para lograr avanzar y adaptarse a un mundo que se ha quebrado con la experiencia de pérdida.